“La Máquina”, un “Dream Team” de 1940. 1 de 2.
“La Máquina”, un “Dream Team” de 1940. 1 de 2.
“El objetivo de la Inteligencia Artificial (IA), lograr que una máquina tenga una inteligencia de tipo general similar a la humana, es uno de los objetivos más ambiciosos que se ha planteado la ciencia”.
Mi “Ignorática” particular, hasta ahora, no me había descubierto las virtudes de uno de los mejores equipos que hayan existido en el panorama futbolístico planetario, se trata de “La Máquina” de River, precisamente yo tenía referencias por boca de Alfredo Di Stéfano, quien aseguraba había sido el mejor equipo por él conocido en los años cuarenta, con su delantera mítica, pero yo nunca había profundizado al respecto. “Sería una buena fuente de información para nutrir las distintas aplicaciones de “IA” relacionadas con el conocimiento del fútbol”.
Y leí en Panenka: “Ya en 1938, se le había bautizado así en “El Gráfico”, número 996, después de los títulos de 1936 y 1937 con la versión protohistórica que reunió en la línea ofensiva a unos jóvenes Pedernera y Moreno con Peucelle, Vaschetto y Bernabé Ferreyra. El periodista Alfredo Enrique Rossi “Chantecler” había subtitulado un mal partido de River con “La Máquina de jugar al fútbol está fuera de punto”. La propuesta de apodo no prosperó. Hasta que, en 1941, se definió la versión original con la conjunción de Muñoz, Moreno, Pedernera, Labruna y Deambrosi. Ese escuadrón lideró el 19 de octubre, en la penúltima jornada, a las puertas del título, la goleada por 5-1 a Boca Juniors, el adversario que se comenzaba a definir entonces como el rival de rivales”.
(…) “José Gabriel López Buisán en su crónica en “Crítica” reflejó: “… se parecieron una maquinita”. Meses después llegaría la crónica de Borocotó (periodista). “Aún hoy perviven los debates sobre el origen de esta obra monumental.” Hay quien apunta como su autor a “Desiderio Peucelle, futbolista crepuscular en el River Plate de 1941 y que alternaba ese papel con el de director de la cantera y voz autorizada del vestuario. Otros señalan al entrenador, a Renato Cesarini. Alguna vez se postuló como “hacedor”, aunque nunca negó la influencia de Peucelle en la gestación. Casi nadie reconoce, en cambio, aportaciones al húngaro Imre Hirschl, pero suyo fue el sello danubiano del equipo, reflejado en su carácter táctico y colectivo, automatizado con pases, libertades posicionales…”
(…) “También potenció la creación del “Centrojás”, el 5 argentino, acentuando las funciones creativas del mediocentro (Minella, Rodolfi, Rossi…) en lugar de las defensivas al estilo británico. Hirschl fue un personaje descatalogado del discurso oficialista sobre “La Máquina”, posiblemente por su enigmático carácter, pero también por el intento argentino de resaltar la raíz criolla de ese juego”. (…) “En realidad, “La Máquina” surgió por su naturaleza holística. No hubo un factor ni dos. Ni tan siquiera puede explicarse con razones internas. Hubiera sido, por ejemplo, irrealizable en otro momento y en otro país”.
(…) “Durante finales de los años 30 y la primera mitad de los 40, Argentina vivió su década mágica. El prestigio y el talento saturaban las canchas. El Independiente de Erico, De la Mata y Sastre. Aquel San Lorenzo que revolucionaría el fútbol español con Pontoni y Martino. El Racing del Chueco García, el Huracán de Norberto Méndez y, por supuesto, Boca Juniors, un batallón al que solo el trueno de River Plate empequeñeció: Lazzatti, Lucho Sosa, Mario Boyé… La selección argentina ganaría entre 1941 y 1947 cuatro de las cinco Copas América que se celebraron”.
(…) “La Máquina” fue también una consecuencia de esa exigencia, de los potentes rivales contra los que compitió. La punta de ese iceberg de distinción y encanto que se acabaría definiendo como el patrón de referencia de un modo de acercarse al fútbol, jugarlo, sentirlo y vivirlo. Durante los años posteriores, el recuerdo de “La Máquina” y su década se fijaría como canon del “fútbol bien jugado”. Es curioso que estas reflexiones no se hayan propagado generalmente, porque uno tiene la sensación de que solo el Barça de Cruyff supo jugar al fútbol y, quizás maliciosamente, se supo poco del 4-0 que le produjo el Milán de Capello en aquella final de la Liga de Campeones de la UEFA 1993/94 que se jugó el 18 de mayo de 1994 en el Olímpico de Atenas, consiguiendo los italianos su quinta Copa de Europa.
(…) “Durante mucho tiempo, los dos futbolistas de mayores facultades técnicas y creativas del equipo, el Charro Moreno y Adolfo Pedernera, compartieron el ala izquierda de la delantera de cinco hombres, en formación WM, que afilaba a River Plate. El juego entre ambos resplandecía, pero el equipo no terminaba de rodar, atrancado en el fútbol de pases cortos “de ambos superdotados”. Pedernera casi siempre aparecía como extremo izquierdo, pero le faltaba velocidad. Peucelle, cerebro en la sombra, sugería Cesarini que trasladara a Adolfo al eje del ataque, en lugar de D’Alessandro, un delantero centro de modales claásicos a quien el entrenador prefería por su mayor incisión en el área y desenvoltura en el remate”.
(…) ”Defendía Peucelle que la calidad asociativa de Pedernera y su capacidad para caer a zonas intermedias dispararía la armonía y la fluidez: “Con D’Alessandro debían jugar todos para él mientras que con Pedernera, todos jugarían para todos”. Hasta que en la décima jornada de la primera vuelta contra Independiente en 1941, Cesarini tomó el consejo de Peucelle y puso a Adolfo en el eje. River Plate ganó 2-1 con un gol suyo, pero la solución no tuvo continuidad. Pedernera pasó media temporada desnortado, desfilando por las otras cuatro posiciones del ataque. Justo una vuelta después, de nuevo contra Independiente, lo devolvieron al centro: River ganó 4-0 con tres goles suyos y Cesarini nunca más se atrevió a sacarlo de ahí”.
(…) ”Pedernera tuvo un efecto multiplicador sobre los demás jugadores. Desde su posición de falso delantero centro, se retraía, mezclando con Moreno, armando el juego con el mediocentro Rodolfi, arrastrando a menudo a su marcador y abriendo así un espacio ideal para que el cañón de Labruna reventara el área. - “Sale el sol, sale la luna, centro de Muñoz y gol de Labruna”.
(…) “Labruna fue el más letal y querido, Loustau sería el mayor luchador, Muñoz ejercería como el principal gambeteador, Moreno jugaba como nadie, era el mejor… Pero el más importante de todos fue Pedernera. Representó la piedra filosofal desde su nueva posición. Todo encajó. Todas las relaciones en el campo se iluminaron. Por ejemplo, Pedernera apenas se entendía en la vida con Labruna, fruto de la disparidad de personalidades, pero en la cancha compartían corazón y arterias. En “Fútbol Todotiempo”, la biografía sentimental de Peucelle y “La Máquina”, se desarrolla un diálogo sobre ese “Opus Magnum”.
13.mayo.2024.