“¡Usted no entiende el fútbol!”
“Nos apasiona el fútbol porque en el fondo no sabemos interpretar la mayoría de cosas que vemos y nuestro analfabetismo - o el de la mayoría - se transforma involuntariamente en una epifanía”. (Daniel Verdú).
Por más que lo intentamos comprender, siempre existen aspectos de un partido de fútbol que no sabemos interpretar y solemos asociarnos al periodismo de turno, es lo más fácil, sobre todo cuando aseveran que “los cambios estuvieron mal realizados por el entrenador”, sin argumentos y sin saber muy bien por qué el equipo ganó (A pesar de los cambios mal realizados).
Es una de las obsesiones últimas de las retransmisiones deportivas, los cronistas primero se aventuran sobre el número de cambios que deben efectuar ambos equipos, en qué posiciones, qué jugadores deben salir y cuáles deben entrar al terreno de juego. Por supuesto, haga lo que haga el técnico, siempre los cambios estarán mal realizados, siempre se confundirá, sobre todo porque son los demás los que aciertan. Pero, al final del partido (depende del resultado), se cuidarán muy mucho de concretar que el “confundido” era el analista de turno, el opinador, el locutor de marras que tan seguro estaba de los cambios a realizar. Y, aunque el equipo juzgado gane siempre, se abstendrán de comentar que el más acertado en todo el proceso era el propio entrenador.
Me gustó sobremanera el artículo de Daniel Verdú, (“Gallina de Piel, ElPaís, 16. abril. 2024) que nos ilustró: “La mayoría de aficionados no tenemos ni idea de cómo funciona el fútbol. Por mucho que comentemos, creamos que somos grandes entrenadores o que podríamos desatascar partidos, carecemos de la más remota idea de cómo y por qué suceden la mayoría de cosas en el campo. No me extraña que los entrenadores se desesperen con nosotros (los que sí lo saben, claro)”.
(…) “Y luego está lo de las dinámicas, los estados de ánimo, esos intangibles que lo convierten en una especie de misterio casi religioso en el que ocurren todo tipo fenómenos sin una explicación clara. La devoción por la ignorancia, podríamos llamarlo. Ahí está el Barça de Xavi, que nos parecía carne de desguace y ahora pensamos que podría llegar a la final de la Champions. ¿Cómo pudo ganarle al PSG un colectivo que perdía en su casa con el Villarreal? ¿A qué se debe? Al misterio, sin duda”.
(…) “Uno podría contradecir esta teoría esgrimiendo que el fútbol se ha vuelto más predecible en los últimos tiempos. El principal motivo, expondría, es la desigualdad económica, directamente relacionada con la densidad de la sala de trofeos. También está lo de los automatismos que se entrenan de forma militar o la presencia abrumadora de la táctica. Pero de repente llegan equipos como el Leicester, sin un gran presupuesto, y levantan la Premier. O Xavi, que anuncia su marcha y, en lugar de que sus subordinados piensen que tienen barra libre porque al año siguiente ese tipo ya no va a estar ahí para sentarles en el banquillo o mandarles de vacaciones al Brighton, comienzan a ganarlo todo”.
(…) “Nos apasiona el fútbol porque en el fondo no sabemos interpretar la mayoría de cosas que vemos y nuestro analfabetismo - o el de la mayoría - se transforma involuntariamente en una epifanía. Y en un mundo emperrado en medirlo todo tampoco está mal, la verdad. Sucede algo parecido con el arte contemporáneo y sus formas abstractas. Y en eso consiste la fe también, obviar la ciencia para explicar la realidad”.
(…) “Es evidente que uno gana si tiene mejores jugadores, si corre más, si defiende con más organización y no falla ocasiones. Pero más allá de esos conceptos básicos, la mayoría no sabría explicar qué sucede en determinadas fases del juego, principalmente porque en infinitas ocasiones son diseños accidentales provocados por una coreografía de errores y algunos aciertos. Tampoco ayudan a comprenderlo los protagonistas, encerrados en una burbuja silenciosa. Ni el ruido estéril de tantas tertulias sin información”.
(…) “Cada uno, encima, tiene sus supersticiones. La “mufa” en su versión argentina. Yo suelo ir al baño cuando quiero que el Barça marque (el otro día, para variar, escuché el segundo gol de Raphinha desde el retrete de un bar del barrio de San Giovanni en Roma). O lo de las rachas de los goleadores. ¿Qué demonios es una racha? Al “Pipita” Higuaín se lo explicó una vez Van Nistelrooy, que no era Arthur Schopenhauer, pero lo definió mejor que cualquier existencialista alemán: “Los goles son como el kétchup, golpeas, golpeas y no sale nada. Pero luego, cae todo de una vez”.
(…) “Hay varios elementos menos esotéricos que contribuyen a ese desconcierto contracultural en tiempos de inteligencia artificial y “big data”. Quizá el principal es que a este deporte se juega con los pies, una parte del cuerpo imprecisa que ofrece muy pocas prestaciones más allá de mantenernos erguidos. En gran medida por eso, los deportes más predecibles, dicen los expertos (y los apostadores compulsivos), son el rugby y el baloncesto. Pero claro, ese tipo de experiencias religiosas no mueven montañas. Ni nos tienen a todos a oscuras una semana sin saber qué demonios pasará en el partido de vuelta”.
Pero, a pesar de todas las nuevas ideas que se quieran inventar, nos podíamos quedar con esta enseñanza, tomada de Panzeri en su “Dinámica de lo impensado”: "Para formarse como jugador de fútbol necesita… pelota-pelota-pelota-pelota… ¡Muchas horas diarias con la pelota! Es hasta ahora el único profesor de fútbol infalible (si el alumno nació jugador; y si no nació, tampoco sirve). Además de pelota-pelota… travesuras-travesuras… mucha informalidad de niños jugando y peleándose por una pelota."
Espero haber contribuido a la clarificación de ciertas mentes futbolísticas, entre los aspectos señalados como “La Ignorática” y la “Inteligencia Artificial”, por supuesto que los aficionados no dejen de opinar, aunque deben aceptar los criterios de otros entusiastas del fútbol que tienen razonamientos un poquito más actualizados.
20. Julio.2024.