"El falso 9, reinventado". 7 de n/
(...) "Si bien el primer protagonista de esta historia (Piendibene) se dio en 1910, no fue hasta veintisiete años más tarde cuando se produjo la primera, aunque muy leve, referencia a dicha función. El jugador, entrenador y escritor F. N. S. Creek empleó en 1937 el término "defensive centre forward" (delantero centro defensivo), pero no para referirse de forma específica a las tareas que realizaban Piendibene, Bullock o sus continuadores, sino solo porque "acabo de enterarme de un club que se está preparando para jugar el "juego del delantero centro defensivo", eso es cuatro delanteros, tres medios y tres defensas". Si bien en su libro no aparenta conocer en detalle dicho plan, Creek relata que había sido desarrollado "para atraer al tercer zaguero fuera de posición", apreciación totalmente acertada, pues este fue uno de los motivos esenciales por los que surgió el "falso 9".
(...) "Hasta quince años más tarde (1952) no se produjo la siguiente mención pública al "falso 9", pero tampoco en esta ocasión se le atribuyó nombre concreto alguno. Ivan Sharpe, periodista y exjugador de prestigio (once veces internacional con Inglaterra), entrevistó a Walter Nausch, mediocentro del legendario Wunderteam, quien le explicó los movimientos que realizaba Matthias Sindelar como "falso 9" en la selección austriaca de los años treinta. "Si el mediocentro sube y ataca junto a nuestros delanteros del costado derecho (se refiere a la pareja interior-extremo), entonces alguno de esos hombres del flanco derecho cubre ese espacio. Si el mediocentro sube por la zona central del campo, entonces el delantero centro retrocede".
(...) "Certificamos con las palabras de Sharpe y Nausch que, si bien existía una conciencia funcional del "falso 9", en cambio no existía la menor conciencia etimológica de la función desarrollada. Como delantero centro, Sindelar se movía libremente hacia atrás, "abriendo paso" al mediocentro Nausch para que se sumara al ataque, pero ninguno de los protagonistas - ni siquiera los extraordinarios entrenadores de aquel equipo, Hugo Meisl y Jimmy Hogan - llegaron a bautizar de ningún modo específico dicha función. Nadie acertó a ponerle nombre, ni siquiera provisional, entre 1910 y 1953. ¿Por qué razón? Porque ni observadores ni periodistas fueron capaces de decodificar este fenómeno durante más de cuatro décadas. La del "falso 9" era una función conocida o quizá debería decir, "sentida" - únicamente por aquellos que la protagonizaban o la padecían, y por los entrenadores que la implementaron o aceptaron su empleo, pero nadie más entendía ese fenómeno que ocurría sobre el terreno: ni observadores, ni periodistas, ni aficionados".
(...) "En este punto se hace inevitable recordar las palabras escritas por Gabriel García Márquez en el arranque de "Cien años de soledad": "El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo". En el caso del "falso 9", cuarenta años después de que Piendibene lo inventara, el mundo del fútbol apenas empezó a señalar con el dedo al húngaro Hidegkuti, en 1953... Es evidente que la del "falso 9" no es una función obvia, ni fácil de observar, como puede ser la del portero que bloca el balón o la del zaguero que lo aleja de un puntapié. En esta sutilidad reside, precisamente, gran parte del encanto y el misterio que lo envuelve".
(...) "Y dicha sutilidad es también lo que dificultó desde sus orígenes la observación y apreciación de lo que es el "falso 9". Al fin y al cabo, se trata de un jugador "invisible". Al no ser una función obvia y sencilla, ni predeterminada y conocida de antemano, la inmensa mayoría de los observadores del juego fueron incapaces de ver que se hallaban frente a un "falso 9". Si no conocían la existencia de dicha función, ¿cómo iban a observarla? Hubiera hecho falta una mentalidad propia del astrónomo que escruta el cielo en busca de un nuevo planeta por descubrir".
(...) "Pero al fútbol no acostumbran a acudir astrónomos con alma de descubridor, sino aficionados con ilusión de victoria o periodistas con obligaciones distintas, por lo que las sucesivas apariciones de delanteros itinerantes y "raros" casi no fueron observadas, ni mucho menos analizadas y comprendidas. Decía Wittgenstein que "los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo", pero en este caso se dio un fenómeno previo: los límites del mundo del fútbol fueron los límites de la observación. La limitación en el lenguaje no era más que una consecuencia de dichos límites en la observación".
(...) "Las características de "invisibilidad" y complejidad de la función del "falso 9" la hicieron difícilmente perceptible por las grandes masas de espectadores. El "falso 9" podía estar sobre el terreno de juego e influir de manera poderosa y, sin embargo, no ser percibido en ocasiones ni siquiera por los jugadores rivales. En estos casos, si usted no lo ve ni lo percibe, si no lo entiende y no sabe siquiera que existe, ¿cómo va a ponerle un nombre? Al fin y al cabo, el nombre hace la función, por lo que si se desconoce la existencia de la función resulta imposible ponerle un nombre".
14.febrero.2025.