"EL GOL DEL COJO"
Hubo un tiempo, en los partidos de fútbol, que no se permitían cambios de jugadores y los mismos once que iniciaban el juego debían acabarlo, por lo que un equipo podía quedarse en el campo con diez jugadores por lesión de uno de aquellos. O para no quedarse en inferioridad, dentro de las limitaciones señaladas, el "cojo" colaboraba con su equipo situándose en un espacio reducido, perdido incluso, situación por la que el equipo contrario tendía a olvidarse de él. Y surgía la sorpresa en algunos partidos, el gol era conseguido por dicho jugador lesionado, situación que las crónicas deportivas siempre reseñaban con el título genérico de "El gol del cojo". Las hemerotecas están repletas de goles conseguidos en dichas circunstancias.
En la actualidad es menos frecuente este suceso, la anécdota también puede ocurrir pero en menor proporción por cuanto en la actualidad se permiten hasta tres cambios de futbolistas. Por ello, sería en los últimos minutos del partido cuando se presentaría la circunstancia de una lesión inoportuna. Las antiguas estrategias del "cojo" aún podrían suceder. No obstante, recuerdo que jugábamos con la "estrategia del cojo" al límite del reglamento y poníamos a prueba a los árbitros. Si éstos aplicaban con rigidez las normas, sobre todo la ley del fuera de juego, el "cojo" en cuestión se situaba muy cerca de la portería contraria y los centrales solían dejarlo allí aparcado sin prestarle ninguna vigilancia. Si el futbolista en inferioridad física jugaba con inteligencia, había veces que, de acuerdo con sus compañeros, se metía en posiciones irregulares de fuera de juego; otras veces recuperaba la posición legal y colaboraba con sus propios compañeros, un toque, un relevo técnico, una pared, esas cuestiones sí se podían hacer sin grandes desplazamientos... Porque entonces era muy difícil que un árbitro dejara de pitar la posición de fuera de juego aunque no interviniera directamente, es decir, no se contemplaba el fuera de juego posicional en la práctica; esta figura no existía.
Cuando el equipo no podía sacar el balón jugado, daba un "patadón" a la posición adelantada del futbolista lesionado que, automáticamente, quería intervenir en tomar el balón y el árbitro inmediatamente caía en la trampa pitando fuera de juego. Ello, a su vez, producía continuas interrupciones del juego, los tiempos del partido se ralentizaban y el equipo en superioridad era perjudicado, las pérdidas de tiempo se sucedían y eran frustrantes para el equipo que quería ganar... Una vez más, las reglas de juego se ponían a favor del infractor. Otras veces, el "cojo" se situaba con el último defensor intentando fijar a dos centrales, juntarlos o crearles la tensión de que tenían que marcarlo, retenerlos en algún momento al fin y al cabo. Pero esas triquiñuelas, aún siendo prácticas, son mínimas en estas situaciones. Las reglas del juego se aplican en la actualidad con mayor sentido práctico, con más respeto al espíritu de las normas que a la letra estricta.
Pero la mejor enseñanza del "gol del cojo", para mí, es de otra naturaleza más profunda. Es fundamental captar el significado positivo que supone la participación útil del menos dotado. Esta circunstancia, en todas las organizaciones y sobre todo en el fútbol, no se tienen siempre en consideración. Todos presumimos de las grandes figuras, de los galácticos, de los fuera de serie, pero tendemos a olvidarnos de los jugadores oscuros, gregarios de lujo que aportan otros muchos valores al equipo. Y es verdad que siempre se cumple la máxima del fútbol donde "el más tonto hace relojes". Como también se insiste en el teatro, donde ningún papel es pequeño. Y eso mismo vale para el deporte, o los negocios. Se confirma aquí la metáfora de la orquesta, los violines son fundamentales, el del piano, etc., pero también cuentan los de la percusión... La orquesta los necesita y los respeta.
Robin Scharma reflexiona en "El líder que no tenía cargo", dando por sentado que el modelo de liderazgo más revolucionario es que, cada uno, se considere un líder en su materia, en su labor específica, sin tener que esperar a que venga un jefe a decir en todo momento lo que hay que hacer. Consiste en crear un entorno y una cultura donde cada uno necesita ejercer su propio liderazgo, que cada cual inspire a sus compañeros, donde cada uno esté abierto al cambio, donde cada uno asuma responsabilidades por los resultados obtenidos, donde cada uno sea positivo y se entregue sin reservas a dar lo mejor de sí mismo. En el partido de fútbol, el jugador lesionado podría tumbarse en el césped, comenzar a quejarse, esperar a que lo retiren en la camilla y, justificadamente, introducirse en la caseta para que le empiecen a poner tratamientos. Pero, con responsabilidad, el "cojo" espera un rato más en el campo si con ello colabora con su propio equipo, valga lo que valga su participación.
Sin duda, las organizaciones necesitan de un orden, de una jerarquía, un equipo de fútbol no es una suma de anarquías funcionando por libre, cada cual a su albedrío. Ya lo creo que el equipo es una estructura sólida donde el equipo ejecutivo dirige el barco y asume la responsabilidad final de los resultados. Por eso, esta iniciativa de utilizar al "futbolista cojo" para recordarnos que "todos somos útiles". Decía Séneca: "No es que nos acobardemos porque las cosas sean difíciles; es que las cosas son difíciles porque nos acobardamos". Mientras esto ocurre los futbolistas se van sintiendo confusos... Hasta una idea mediocre que se ponga en práctica con excelencia es más valiosa que una idea genial seguida de una mala realización. La elevación de la individualidad tiene aquí una muestra muy positiva...
A finales del año pasado di una charla a entrenadores y jugadores de fútbol en Santa Marta de Tormes. En un momento dado, un joven futbolista se admiraba de que yo no asegurase que "Messi no es el mejor jugador del mundo". No entendía que cuestionara lo que hoy parece una verdad casi absoluta. Le daba explicaciones como que Messi no conoce el oficio de centrocampista, o de defensor, y por tanto sus cualidades deben complementarse con las de otros futbolistas compañeros suyos. "¿El mejor jugador del mundo...? ¡¡Depende...!" Eso sí, en medio de un centenar de asistentes yo llegaba a aceptar que podía ser uno de los mejores delanteros del mundo... En realidad, mi provocación era para hacer reflexionar al joven y a sus compañeros por cuanto los jóvenes deben entender que se puede jugar al fútbol como profesionales después de unos años intensos de práctica y aprendizaje, de trabajo serio, y no deben frustrarse porque no tengan las cualidades excelentes de Messi o cualquier otro fenómeno del panorama futbolístico.
Un futbolista que hace bien lo que sabe hacer puede llegar a ser un eficiente jugador. El futbolista "cojo" puede llegar a ser muy útil en momentos excepcionales...Una vez más, me adhiero a esas reflexiones tan ilustrativas, como la de William James (Padre de la psicología moderna): "Nuestra experiencia es aquello a lo que prestamos atención". Hoy he dedicado mis reflexiones a esa figura en desuso, "el gol del cojo". Ya casi no se marca así pero, si un equipo lo forman once futbolistas que se complementan, todas las aportaciones son buenas en un momento dado.
MAROGAR (abril.2011)