"APOTEGMAS DE FÚTBOL"

29.03.2011 20:50 de  MAROGAR .   ver lecturas

          El fútbol tiene su esperanto particular, es decir, una jerga específica con la que se entienden entrenadores y futbolistas, tan solo asequible a su comunicación privada. A ese idioma distintivo se han ido sumando periodistas y escritores, en la medida que han ido accediendo a esas fuentes de cultura futbolística, sin limitarse a quedar siquiera en la mera idea de juego. En todo caso, hay ejemplos positivos y otros no tanto en la comprensión de este deporte, de su grandioso movimiento de masas, incluso en el seguimiento espectacular tanto en los campos de juego como en las televisiones. Seguramente por la televisión, hace tiempo que Antonio Burgos despotricaba del que fuera entrenador del Real Madrid, J. B. Toshack, haciendo algún comentario digno de la comicidad de Chiquito de la Calzada: "Tiene menos futuro que un hematólogo en un congreso de los Testigos de Jehová". Para completar su testimonio negativo, tampoco renunció a hacer sus particulares apotegmas (Dichos breves y sentenciosos) criticando a los entrenadores en general: "Los filósofos populares de nuestra cultura urbana son los entrenadores. Hablan como la gente de la ciudad. Nada más que dicen chorradas. Pero con mucha televisión. Eso sí. Con mucha televisión".

          Es evidente que el señor Burgos araña más que sus propios gatos opinando sobre el fútbol y sus profesionales. Sin duda, el fútbol permite muchos "palabros" (palabras estrambóticas), frases hechas, metáforas y expresiones que definen ciertas facetas del fútbol. Yo me apoyo en otros pensadores de fútbol, como Menotti, que fijan con más acierto algunos principios fundamentales: "En el fútbol te puedes cansar de correr, te puedes cansar de brincar, te puedes cansar de patear pero no puedes dejar de pensar". Igual que Guardiola dice a los suyos: "Hay que pensar, no hay que correr..." A la vez que Di Stéfano remata con retranca: "El fútbol es un arte que se juega con los pies y se gesta con la cabeza". Como vemos, los mejores del fútbol no propugnan "cojones y patadas a los tobillos" incluso cuando se expresan en televisión.

          El magnífico entrenador italiano Arrigo Sacchi decía: "Un jugador que no se mueve, es un jugador muerto". Sin duda hay que interpretarlo, igual que algunas crónicas dejan constancia de que determinado jugador "no tuvo chispa" en aquellos casos que le faltó velocidad de acción, o reacción, en el juego. Otros jugadores más vivos "abren el campo", amplían el juego por las bandas y "oxigenan el fútbol" de su equipo. Por lo que acabarán llamándolos "futbolistas con corazón de rebeco", o sea, el "pulmón del equipo". A este respecto recordar que, hace ya tiempo, se contaba la anécdota del locutor argentino José María Muñoz cuando le preguntó a Reinaldo Merlo después de un partido: "¿Cuántos pulmones tienes, Mostaza?". Con plena inocencia, el futbolista le contestó: "¡Uno, Muñoz, como todo el mundo...!" Haciéndonos recordar también que el futbolista Del Sol traspasado desde el Betis al Real Madrid, y que acabó jugando en Italia, lo llamaban "Siete pulmones" por la resistencia y energía desplegada en los partidos.

          Dante Panzeri llegó a escribir: "Nunca los jugadores de fútbol sintieron y hablaron tan poco de fútbol, desde que empezaron a hablar mucho para los periodistas y el show". Aunque el auténtico problema sería si los entrenadores no saben comunicar el fútbol, tanto a los de fuera como a los de dentro. Del mismo modo, como decía Lajos Baroti, "...hay que elegir hombres que odien perder un partido, que sientan que deben ganar un partido, aquellos jugadores que creen que deben marcar un tanto cuando van perdiendo. Esta clase de jugadores son vitales, los equipos victoriosos, grandes, deben contar con jugadores de este talante". Muy festejada fue la anécdota de John Lambie cuando el masajista le comunicó que uno de sus delanteros, que había chocado con un rival, no recordaba quién era en ese momento: "¡Perfecto!, dile que es Pelé y que vuelva al campo de inmediato".

          Podemos constatar que el ingenio también surge en el fútbol aunque no precisamente en el terreno de juego. Y, por qué no, el sentido del humor aflora a raudales. Aseguraba Coco Basile: "Yo a mis jugadores los coloco bien en el campo, lo que pasa es que cuando empieza el partido los jugadores se mueven". Expresión clarividente de cómo se desarrolla un partido de fútbol auténtico cuando no se compara con el futbolín o el ajedrez. Ruud Gullit definía con practicidad: "Un equipo es como un buen reloj, si se pierde una pieza todavía es bonito, pero ya no funciona igual". El mismo Helenio Herrera apabullaba con su torrente de ideas: "Las cosas difíciles exigen tiempo. Las cosas imposibles, exigen más tiempo..." "Se debe alentar a los jugadores elogiando sus dotes, sus buenas jugadas, sus actitudes, etc. Y no criticarlo jamás en público, ni ante sus compañeros. Conviene elogiar primero y corregir errores después".

          Más recientemente, Gregorio Manzano simplificaba: "La mejor táctica es crear un buen ambiente". Igual que el maestro en psicología deportiva Santiago Coca corrobora: "El entrenador ha de tener en cuenta el respeto a las diferencias que existen entre todos los jugadores, siempre y cuando ese respeto no perjudique al equipo y consiga que cada futbolista se sienta como una simple pieza de recambio, despersonalizado, sino como un ser necesario, cooperante y adaptable a los requerimientos del entrenador". Los apotegmas en el fútbol, unas veces ingeniosos, otras veces venenosos, las más de las veces infantiles y auténticas verdades como puños, en todos los casos ayudan a situarnos... Entre otros, me gusta especialmente este relato que leí a Jorge Valdano: "Cuando era jugador vi a entrenadores que tocaban las cabezas afligidas de sus jugadores en tardes de derrotas y a entrenadores que, en otras tardes de derrotas, giraban la cabeza a sus jugadores. Me quedé con los primeros. Con los que utilizaban el cariño y desprecié a los segundos, a los que usaban el miedo".

          Creo que, en el fútbol, las frases hechas son libros abiertos. También a veces subterfugios para ocultar el auténtico conocimiento porque, cuando no hay ideas aparecen las palabras. Arrigo Sacchi acudió en una ocasión a una Universidad, cuando fichó como entrenador del Milán, y le preguntaron cómo podía enseñar a los jugadores sin haber sido un buen jugador: "Nunca pensé que para conducir un caballo debes de ser antes un caballo". Y es tremendo que la demostración de sapiencia futbolística, en este y otros muchos casos, haya que justificarla con títulos y diplomas. Por lo que sigo pensando que la "titulitis" puede ser una enfermedad si solo se valoran con visiones parciales.

          Quizás por eso, Antonio Burgos se consideró con el mismo derecho a discrepar de los que interpretamos el fútbol de otra manera... Quizás rogar que no nos perdamos el respeto unos y otros por cuanto el fútbol, además de divertir, tiene que resultar integrador tanto de los que ganan como de los que pierden, de los que saben y de los que saben menos, de los que tienen habilidades para los "palabros" o los "apotegmas" de fútbol...

          MAROGAR (Marzo.2011)