EDITORIAL: "LA COLA DE VACA"
El regate de cola de vaca es el título de una novela escrita por Rafael González. Por más que se lea, no se encuentra explicado el fondo de la cuestión respecto a lo que significa esa acción técnica futbolística. Algunos jugadores de fútbol cumplen unos objetivos prácticos, no solo estéticos, para sacarle el mayor fruto al ataque de la portería contraria. Y es que, con esta figura excepcional fuera de catálogo, los más distinguidos se presentan en el partido como si tal cosa Si será excepcional dicha acción, que no creo que ningún entrenador tenga incorporado en su planificación ningún entrenamiento para la mejora de dicho regate, sino que es de esas cosas que se dejan a la creatividad individual.
De hecho, muchos entrenadores son reacios a las virguerías individuales de sus jugadores pero no se consideran concernidos para entrenar estas figuras singulares. Las ignoran como entrenadores, no forman parte de sus métodos de entrenamiento. Su mejor aportación al equipo sería, al menos, que no las prohíban.
Es de general conocimiento que las vacas tienen el rabo para espantarse las moscas que le acosan a diario, quizás es una simplificación excesiva, como también pudieran ser las acciones sorprendentes de los grandes jugadores. Quizás, en el fútbol, los defensores insistentes son esas moscas pesadas que no dejan jugar a los delanteros, esos locos obsesionados con marcar gol hasta al arco iris. Sin duda, la cola de vaca es una acción atacante, porque su ejecución aporta riesgos de pérdidas de balón que nunca deben tomarse en zonas muy próximas a nuestro propio portero.
Como damos por sentado que las esencias deben contenerse en frascos pequeños, por eso los regates de cola de vaca aparecen muy de cuando en cuando en un partido de fútbol. Porque la cantidad devaluaría estas acciones sorpresivas y extrañas, la creatividad dejaría de sorprender y serían por ello más fáciles de neutralizar. De prodigarse los delanteros en todos y cada uno de los partidos que se celebran en las ligas correspondientes, es posible que dichos regates fueran de uso común y por lo mismo acabarían siendo vulgares.
De todos los regates de cola de vaca que tenemos en el recuerdo, el que más se representa es aquel que Romario le hizo a Alkorta, en un partido del Barcelona contra el Real Madrid. Es posible que la victoria de los catalanes por cinco goles a cero le diera otra dimensión, pero también se pondera la facilidad del delantero para acelerar en tan poco espacio de tiempo y la habilidad con el balón dentro del área. También recuerdo a Del Piero, en una semifinal de la Champions, en un Madrid-Juventus, cómo el italiano realizó una perfecta cola de vaca, saliendo con el balón paralelo a la línea de fondo para luego centrar y que ninguno de sus compañeros acertó a enviar dentro de la portería. Aquella bella ocasión quedó atenuada por la falta de gol
La cola de vaca consiste en regatear a un contrario, arrastrando el balón con el interior del pie dibujando un medio círculo con el fin de desbordar al jugador oponente. Esta literalidad de alguna definición encontrada por ahí no acaba de representar toda la esencia de la acción. Y tampoco aclara mucho más si se le añade alguna otra expresión regodeándose un tanto: Cola de vaca: Dícese de aquello que Romario le hizo a Rafa Alkorta en el 5-0 del Barcelona de Cruyff al Real Madrid en el Camp Nou.
Pero yo lo que más recuerdo de Romario en aquel partido fue cuando recibió un pase de espaldas, con el balón cosido al pie, se giró sobre sí mismo y se zafó del rival. En realidad movió el balón con el interior del pie hacia delante, hacia dentro del campo, para después girar el cuerpo hacia un lado y echar la pelota hacia atrás en la dirección de la portería contraria, también con el interior del pie, pero todo con gran suavidad, que no lentitud. De hecho, hay un momento inicial donde el gesto de transporte del balón se hace lento, retardado, para después producir una acción más intensiva, con un cambio evidente del ritmo inicial. Precisamente, el engaño se produce en ese giro de medio lado con la pelota envuelta en el interior del pie y en ese gesto de dentro afuera, aunque siempre embebida y oculta a cualquier posibilidad de que el defensa la pueda interceptar.
Dicen los que saben, que estas acciones sólo las pueden hacer un brasileño. Y todo el mundo se acuerda de Romario, El Bajinho, como le denominan en Barcelona. Quizás su estructura física, su centro de gravedad bajo, su habilidad innata, facilitase la ejecución de tal acción sorprendente. Dicen que Alkorta todavía anda buscando al culibajo
MAROGAR