EDITORIAL: "LAS MOÑAS Y LAS FINTAS"

A Héctor Cuper, cuando estuvo en Valencia, le criticaban por su juego demasiado estructurado. En una ocasión hizo un comentario un tanto despectivo acerca de los jugadores que hacen moños pero no marcan goles. Salió, nuevamente, el pragmatismo de los entrenadores programadores de todas las realidades a los que molesta las iniciativas privadas. Porque tanto las moñas como las fintas son dos acciones más del fútbol que suponen una determinada manera de ser y de hacer. En realidad, un futbolista que las practica trata de engañar a los contrarios en presencia del balón. En las moñas contactando con él; y en las fintas usándolo de señuelo. Muy simple por tanto, la finta es un amago y la moña un adorno. Aunque son el preámbulo de acciones definitivas que ganan partidos. ¿Por qué no?
Para mí, el máximo exponente de los maestros en este arte fue Garrincha. No dejemos de admirar la descripción de Eduardo Galeano en su libro El fútbol. A sol y sombra: Las gambetas de los jugadores uruguayos, que dibujaban ochos sucesivos en la cancha, se llamaban moñas La moña no sólo era una travesura permitida: era una alegría exigida. Hoy en día están prohibidas, o al menos vigiladas bajo grave sospecha, estas orfebrerías ahora se consideran exhibicionismos egoístas, que traicionan al espíritu de equipo y son perfectamente inútiles ante los férreos sistemas defensivos del fútbol moderno. Y eso que Galeano no conocía entonces a Cuper.
Por otra parte, una de las mejores referencias que he encontrado sobre las fintas ha sido en el libro de Helenio Herrera, en su libro Los secretos del fútbol: Fintar significa engañar al adversario ocultándole vuestras intenciones y desviando su atención, desplazándole o cogiéndole a contrapié Se obtiene con falsos movimientos de los pies, inclinaciones del cuerpo hacia el lado contrario del que se pretende seguir, falsas pérdidas de equilibrio, cambios bruscos de dirección, acciones todas ellas destinadas a proporcionar al contrario una visión equivocada de vuestras intenciones Habilidad, agilidad e imaginación, puede decirse que concentran toda la supuesta técnica de la finta. La finta tiene que ser rápida, limpia, impecable y realizada con confianza en las propias facultades. Normalmente se hace siempre en movimiento diferentes tipos de fintas (y sus distintas variantes): Finta Garrincha, finta Pelé, finta Jair, finta bicicleta, etcétera.
Y siendo éste un arte bellísimo, ¿Por qué los entrenadores tienden a prohibir, a no alinear a este tipo de jugadores? La respuesta es evidente, porque hoy en día priva la programación y estos jugadores son imprevisibles, rompen la norma, crean nerviosismo en sus controladores. Destruyen el orden necesario de los entrenadores. Y nuevamente recurro a Galeano: Garrincha cuando él estaba allí, el campo de juego era un picadero de circo; la pelota, un bicho amaestrado; el partido, una invitación a la fiesta. Garrincha no se dejaba sacar la pelota, niño defendiendo su mascota, y la pelota y él cometían diabluras que mataban de risa a la gente: él saltaba sobre ella, ella brincaba sobre él, ella se escondía, él se escapaba, ella lo corría. En el camino, los rivales se chocaban entre sí, se enredaban las piernas, se mareaban, caían sentados.
¿No serán las virtudes de Garrincha una idealización literaria? Seguro que no, porque existen coincidencias en los cronistas y existen fotos espectaculares sobre Garrincha cuando se enfrentaba a equipos enteros que llegaban a rodearle para intentar quitarle el balón.
Pero volvamos a las moñas Nos relata Galeano, de nuevo: Los periodistas franceses quisieron conocer el secreto de aquellas brujerías que dejaban de mármol a los rivales. José Leandro Andrade, intérprete mediante, les reveló la fórmula: los jugadores se entrenaban corriendo gallinas, que huían haciendo eses Muchos años después, las buenas moñas eran todavía aplaudidas como goles en el fútbol sudamericano Cierro los ojos y veo, pongamos por caso, a Walter Gómez, aquel vértigo abrecaminos que se metía en la maraña de las piernas enemigas y de moña en moña iba dejando una estela de caidos A él le gustaba amasar la pelota; y si se la sacaban, se ofendía. Ningún director técnico se hubiera atrevido a decirle, como se dice ahora: Para amasar a la panadería.
Dicho lo cual, ¿No son fútbol moderno las moñas y las fintas?. Pues a mí que me dejen disfrutar del fútbol antiguo.
MAROGAR